El aroma de las rosas (tu siempre podrás llegar más lejos...) RECUPERAACIÓN ANIMEXTREMIST

Se llamaba Mia y tenía solamente quince años. Pero ya había triunfado en la vida.

Estaba rodeada de miles de gualdaespaldas y tras su rastro dejaba siempre el fresco olor del rocio mañanero, que embriagaba a todos sus fans.
SUS FANS. No quería ni recordarlo, porque lo odiaba, era algo que jamás había podido soportar.

La obligaban a vestir de lino sedoso, con pantalones apretados por debajo, que le oprimían los muslos y el corazón a veces. Y a salir al escenario. Eso era lo peor de todo. Tenía que cantar, hacerlo con todas sus fuerzas mientras su mente se quedaba modesta pensando en sus cosas.
La boca se movía sola, y la verdad es que cantaba perfectamente, pero ella sabía que aquel no era su fin, que quería dedicarse a otra cosa.
No la dejaban.

Ella soñaba con viajar, surcar los mares que contenían a las agitadas olas, mientras el viento traquilo componía sinfonías de amor. Ella cerraba los ojos y los veía todo así, ante ella, como si le estuviesen susurrando al oído las palabras para alcanzar aquella felicidad.
Quería ser amiga del oso pardo que vio una vez en el bsoque, y elevarse orgullosa, echar la cabeza hacia atrás mientras veía moverse a las copas de los árboles, erguidad orgullosas e impetuosamente.

Soñaba también con sentarse en aquel crecido césped, y dibujar a los pájaros, esos bonitos petirrojos. poco después, cuando ya fuese más tarde, cogerían su blog de notas y escribiría, como siempre había hecho desde que tenía consciencia.

Maldijo haber nacido con aquel extraño don de cantar tan bien, incluso era ya una de las mejores del mundo, y decidiói cayarse y no volver a hablar nunca más hasta que la comprendiesen.
Pero eso parecía imposible, lejano, porque todos estaban pendiente de ella, y a la vez nadie. Ni le habían preguntado siquiera porque lloraba aquella tarde de mayo bajo el árbol, antes de su último concierto en Nueva York.

NEW.

Se retiró a su habitación, mientras pensaba para si misma que esa noche la dedicaría exclusivamente al dibujo. Cogió su blog de notas, que en realidad estaba lleno de bocetos, y empezó a dibujar con ansias. Lo primero que le salió fue el paisaje oscuro que se divisaba a través del cristal de la ventana, mojado por la lluvia que estaba cayendo fuera en aquellos instantes. Le echó la culpa a ella, a lo mejor estaba tan deprimida por aquel aguacero que caía dejándolo todo empapado. Por un momento se olvidó del blog y posó suavemente las manos sobre el cristal, como si fuese a romperlo de haber apretado un poco más. Puso la nariz en el frío vidrio y contempló el panorama que se erguía enfrente suya.

En el césped pasaba algo, eran pequeñas siruetas que apenas se distinguían desde el tercer piso en el que ella se encontraba. Había dos que parecían altas y robustas, y otra más pequeña que´, según intentaba adivinar, sufría la violencia de las otras dos, que le pegaban.
Se armó de valor y bajó corriendo las escalertas del hotel, que estaban solitarias a las doce de las noche, cuanod otros días solían estar concurridas de gente. Salió a la calle en calcetines y se caló hasta los huesos, pero en aquellos momentos eso no le importaba nada en absoluto. Corrió como si su vida dependiera de ello y gritó a los dos abusones que pararan, que no les iba a permitir aquello, estar pegando a los demás. Sonrieron, mientras sus blancos dientes dejaban escapar carcxajadas agudas.

GESSICA MAIL. Digeron, llamándola por su apodo artístico, como hacían todos últimamente.¿QUÉ TE HAS CREIDO? Y ENCIMA NO TIENE NI GUARDAESPALDAS...
Y sus sonrisas se transformaron en venganza.